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viernes, 28 de agosto de 2015

Venezuela… ¡La resurrección de la FE!





Venezuela… ¡La resurrección de la FE!


                                           


Cuando niños, nuestros padres lo primero que nos enseñaron, por lo menos en mi caso, fue pedir la bendición, acto que significa que ellos -nuestros padres- tenían el don de Dios para darnos su protección. A medida que pasaban los años, nos fueron enseñando valores y normas que han ido marcando nuestra personalidad y que nos han hecho desarrollarnos como humanos pertenecientes a una sociedad.

En relación a lo que estamos viviendo no sólo en Venezuela sino a nivel mundial, esos recuerdos de la niñez han aflorado y me pregunto si sólo yo recibí esa educación, esa inyección de valores y normas, o si fueron también otras personas. Desde niña cuando estudiaba en primaria, siempre escuchaba que nos decían que la familia era la base de la sociedad. Cuando vamos a misa, el sacerdote nos dice que la familia es la base de toda sociedad, entonces cabe preguntar si para la sociedad que hoy tenemos, ¿hemos tenido buenas familias?

                          

En innumerables ocasiones se ha hablado de la situación de Venezuela y la receta mágica para salir de lo que hoy nos agobia, de lo que vivimos pensando que no lo merecemos, pero no vemos a nuestro alrededor y mucho menos en nuestro interior, pedimos un milagro pero no somos capaces de originarlo y mucho menos de hacerlo realidad. El milagro es pedido con ansiedad, con angustia, en muchos casos con soberbia; creemos que Dios es nuestro siervo y no al revés, tanto es así que muchos se han olvidado de bendecir, agradecer y sólo maldicen, sólo invocan al demonio.

Si Dios nos hizo luz, ¿por qué nos empeñamos en ser oscuridad? Si Dios nos dio vida, ¿por qué nos empeñamos en invocar a la muerte? Si Dios nos hizo a su imagen y semejanza, ¿por qué nos empeñamos en ser lo contrario? Si Dios hizo la vida, ¿por qué nos empeñamos en dar muerte? Si Dios bendice cada elemento que hay en nuestras vidas, ¿por qué nos empeñamos en maldecirlo?

              

Lo que actualmente vivimos en Venezuela me hace pensar que ha muerto la FE. Ha muerto todo aquello que nos hacía como sociedad, como hijos de Dios; tantas muertes que si analizamos cada caso no son justificadas. Un par de zapatos, un celular, cosas tan insignificantes se han vuelto más importantes que los valores y hasta la propia vida. Cuando esto pasa es que las sociedades han dejado de serlo y se han convertido -como decía una profesora que tuve en bachillerato- sólo en pedacitos de carne con ojos, que no tienen sentimientos, valores, nociones y mucho menos humanidad. 

No es posible que en un pueblo que otrora era considerado católico, creyente en la palabra de Dios, consagrado a él, un país mariano donde la única reina era María y para mí lo sigue siendo, sea más importante enseñarle a un niño a tener un arma o a una niña cómo "perrear", que enseñarles el Padre Nuestro. ¡Fin de mundo! 

Como decía mi abuela (QEPD), cada día recuerdo sus palabras: “Cuando se acerque el fin de la humanidad, no existirán niños, mandará el rey oro. No habrá amor por el prójimo” y, al parecer, lo estamos viviendo en Venezuela. Las personas sólo están encerradas en una burbuja de individualidad que daña a una gran cantidad de personas pero, lamentablemente, en su afán de subsistir y sobrevivir a la crisis no se dan cuenta de que por algunas pocas personas que tienen miedo a morir de hambre, están condenando a miles a morir de hambre. 

  

La brujería en Venezuela se ha nutrido de la pérdida de fe del pueblo. Añoran el pasado sólo para conseguir lo material que ostentaban y no por los valores que hoy hacen mucha falta. Cosas tan simples como dar las gracias, pedir permiso, disculpas, dar el asiento, no botar basura en la calle, tener la conciencia de darle el paso al otro, decir buenos días, buenas tardes, incluso sonreír para recibir el mismo gesto que lo hacemos de manera inconsciente, ya no existen en muchas personas. Se han olvidado de lo bien que se siente; aún en lo particular lo hago y me miran como si fuera una extraterrestre y si lo hacemos en el Metro, es fuera de lo normal. 


Sólo en Semana Santa se acuerdan de que Dios existe y su hijo dio su vida por los pecados nuestros, pero sólo el Viernes Santo porque los demás días son de playa. Sólo existe Dios cuando hay algún ser querido enfermo, o cuando necesitamos un favor. Incluso si se es estudiante, Dios sólo existe para pasar el examen y ni hablar si se produce un terremoto: ahí mismo le están echando la culpa, pero no existe la oración para nutrir ese Dios y para que su luz no se apague y siga guiándonos en este camino oscuro que hoy transitamos.

                                                 

Dios no se ha mudado: lo que pasa es que lo hemos ignorado. No nos ha abandonado ni lo hará. Más bien debemos agradecer por la situación que estamos pasando aunque suene ilógico e irónico. No es así. Ninguna vivencia que podamos tener es en vano. El hambre que viene, que por lógica vendrá y no es una predicción, hará que cada venezolano tenga nuevamente la caridad de ayudar a su hermano, a su amigo, a todo aquel que lo necesite. Lo hará de corazón y los hará entender que ya no son dos grupos. La miseria y la necesidad común serán los protagonistas. Dios siempre estará allí y siempre proveerá al que lo necesite. 

La oración, volver la cara a Dios, devolverá a las almas desencarnadas a su lugar: esas almas perturbadas que hoy se apoderan de los hombres y mujeres de poca fe; de aquellos que hoy sienten odio y sin razón dan muerte; esos que día a día enlutan familias, arrebatan padres, madres, hijos, y que no son más que sacrificios para aquel que se nutre de las malas acciones... Volver a poner las manos juntas y rezar el Padre Nuestro. 

                                                  

A muchos escucho decir: Dios, ¿qué pasa? ¿Qué está pasando? Pues, lo que está pasando es la descomposición social de un pueblo que perdió la FE, que perdió el camino de Dios, y se ha dejado deslumbrar por lo material. Estamos como en la época cuando Moisés fue a buscar los mandamientos de la ley de Dios a la montaña y cuando regresó encontró a un pueblo lleno de vicios, soberbia, corrupción, envidia, libertinaje. Así estamos.

Muchas personas critican el comportamiento de los otros, pero no asumen la responsabilidad individual que tienen en este pequeño problema; sólo esperan que los demás se den cuenta, ven para los lados y no se dan cuenta del deterioro que existe. Más que económico por la crisis financiera y política, es un problema social, espiritual, donde las religiones deben tomar el protagonismo para evangelizar, recuperar aquello que se ha perdido. 

                                   
                           
No es sólo prender velas y encender inciensos; es llevar la palabra no sólo leyendo sino con acciones. Son pocas las que existen. Llegar a Dios no es sólo con un sacerdote leyendo la Biblia o un pastor diciendo lo que entendió y repetirlo con ímpetu. Es más que eso: es hacer que las familias vuelvan a ser la base de la sociedad. Para nadie es un secreto que este proceso empezó destruyendo las familias: ¿cuántos matrimonios no se deshicieron? ¿Cuántas madres no echaron a sus hijos de sus casas? ¿Cuántos amigos se dejaron de hablar? ¿Cuántos hermanos se agredieron por una ideología política? 
Ya no vale la pena añorar ser lo que “antes éramos” porque tendríamos estas mismas consecuencias; lo que vale la pena es ser los hombres y mujeres con principios, valores y FE que nunca debimos dejar de ser. 
                                     

Dios no se muda… Sólo hay que seguir sus mandamientos.

El primero: amarás a Dios por sobre todas las cosas.

El segundo: no tomarás el nombre de Dios en vano.

El tercero: santificarás las fiestas.

El cuarto: honrarás a tu padre y a tu madre.

El quinto: no matarás.

El sexto: no cometerás actos impuros.

El séptimo: no hurtarás.

El octavo: no dirás falso testimonio ni mentiras.

El noveno: no consentirás pensamientos ni deseos impuros.

El décimo: no codiciarás los bienes ajenos.



Siempre benditos.





@isablanc1976

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